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viernes, 14 de octubre de 2011

LA PALABRA DE ELOHIM

LA PALABRA DE ELOHIM
sembrando la semilla de YAHWEH en la huerta de los corazones


“Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Yahweh”
- Lucas 8.11 -


La mayoría de nosotros conocemos lo que es sembrar una semilla y luego de haberla regado día tras día, verla emerger como una pequeña manchita verde. Los días pasan y el brote crece a medida que el Sol y nuestros cuidados sobre ella van rindiendo frutos, hasta que finalmente la que rinde los frutos es la pequeña planta que emergió de la semilla que alguna vez hubimos enterrados esperanzados.

Ahora bien. No es necesario que seamos ingenieros agrónomos para tener una pequeña huerta en nuestro patio trasero (yo mismo he tenido una, a pesar de no vivir en el campo); pero al menos si debemos adquirir conocimiento para empezar. Leer enciclopedias, buscar el concejo en las personas mayores, leer las curiosas notas que muchos diarios y revistas tienen de vez en cuando... etc. Luego, tendremos que seguir algunos pasos previos antes de poder disfrutar de los frutos de nuestra plantita.

La tierra debe ser preparada para poder recibir nuestra semilla, cada mañana nos levantamos tomamos nuestra pala y luego con el rastrilló quitamos aquello que es inútil, existen sitios donde las piedras son abundantes, pero... a no asustarse (descubriremos que cada vez aprenderemos con mayor habilidad a quitar las piedras). Cada un tiempo utilizaremos fertilizantes naturales de los animales (guano de ave, bosta de caballo). Esto estará acompañado por una nueva vuelta de tierra y rastrillada; notaremos con desconfianza y bronca que  cuanto más invertimos en ella y más nos dedicamos, más piedras surgen. Sucede que las piedras siempre estuvieron allí solo que en nuestros primeros pasos inexpertos no fuimos capaces de verlas para desterrarlas de nuestra huerta (Anota esto en tu memoria espiritual).

Una vez preparada, comenzaremos a trabajarla... Un canal por aquí otro por allá. Este trabajo será el que más tiempo nos llevará debido a que tendremos que también comenzar a ejercitar el equilibrio para no pisar donde la tierra ya esta lista para recibir semillas (nuestras rastrilladas y vueltas de tierra la han dejado rebosante y aireada). Algunos surcos y por qué no estacas y un espantapájaros para que las aves no vengan a comernos las semillas que hemos enterrado. Todo esta listo, solo que descubriremos que siempre tendremos que estarle encima para que las semillas crezcan y rindan frutos (¡No lo olvides!... Las aves siempre están listas para robar la semilla). Nos levantaremos temprano a la mañana a quitar la maleza que con seguridad ha crecido en aquellos lugares donde antes la hubimos extirpado y a regarla luego mientras las contemplamos. Hay quienes suelen hablar con las plantas para que crezcan, esto es debido a que nosotros exhalamos dióxido de carbono que es lo que respiran las plantas durante el día, no hay ninguna ciencia mística o ‘contacto espiritual’ con el mundo verde, dióxido de carbono y la necesidad de la planta… así de sencillo.

Decíamos que para poder tener una huerta, es necesario que adquiramos algún conocimiento. Para poder sembrar entonces la Palabra de Dios, aquella semilla que es capaz de dar un fruto de vida eterna, debemos también formarnos a nosotros mismos. Antes de comenzar nuestra huerta debemos entonces cultivar y prepara nuestra huerta espiritual interna. Adquirir los conocimientos para no pisar el lugar equivocado y para no rastrillar los sitios que no necesitan ser rastrillados (y aprender claro a ver en donde están las piedras, pequeñas sí, pero que si por casualidad se enterraran en la raíz de nuestra planta echarían todo a perder). De manera que la primer tierra a preparar será la de nuestra vida, rastrillaremos de ella todo aquello que nos es útil y buscaremos volverla fértil para obtener de nosotros los frutos necesarios (Recuerda, hay un trabajo que tienes que hacer en ti). Para eso, cada mañana, cada día debe estar consagrado a Yahweh. Es importante que al comenzar el día, lo hagamos entregándonos a Nuestro Elohim en oración y porque no leyendo algo de su Palabra kadosh. Nuestras enciclopedias y revistas con notas interesantes serán entonces aquellos libros que puedan abrirnos cada día un poco más nuestro panorama de la huerta espiritual interna que todos llevamos dentro (Te recomiendo dos, ambos de Ellen G. White: El Conflicto de los Siglos y El Deseado de Todas las Gentes). Será entonces cuando ya estaremos capacitados para poder comenzar a preparar otra huerta. Tendremos para eso humus de nuestra propia huerta para compartir.

Antes de conocer al Padre y al Hijo, somos como la tierra reseca; nada podemos sembrar en ella capaz de dar frutos, apenas algunos yuyos y algo de gramilla amarillenta. Luego, por obra de Elohim a través de su Palabra kadosh, nos vamos volviendo humus. Es entonces cuando estamos capacitados para recibir semillas y de ella obtener frutos que rindan otras semillas. Nuestros primeros frutos serán los que formen a nuestra tierra, cada lectura, cada oración que hagamos nos enriquecerá (así mismo cada confesión de pecado, cada ‘poner en Yahshua’ nuestras cargas). Verán que cada semilla que el Padre siembra no se limita solo a dar frutos sino a también producir nuevas semillas que produzcan nuevos frutos. Viéndolo de este modo diríamos que: El Ruaj HaKodesh, Espíritu Santo, de Yahshua obra en el corazón de A para que B conozca al Padre y al Hijo, y así alcance la Vida Eterna (Juan 17.3). Un día B caminando por la calle contó lo feliz que se sentía con Elohim, respetando su Torah y cumpliendo sus preceptos, a C y C conoció a Elohim y se lo contó a D y D conoció a Elohim y se lo contó a E... etc, etc, etc. La Palabra de Yahweh es entonces nuestra semilla a sembrar y las personas del mundo las huertas a preparar para recibirla.

Recordando los pasos que habíamos mencionado no nos olvidaremos claro de los primeros cuidados. No olviden que a partir de que comencemos a rastrillar es cuando comenzaran a surgir, a “aparecer” como por arte de magia, las piedras... Las dificultades de la vida. Nuestra experiencia entonces nos dirá que las piedras no “aparecieron”, sino que siempre estuvieron allí, y que ahora que tenemos el conocimiento necesario podremos desecharlas para seguir nuestro trabajo. De manera que tendremos entonces que seguir formándonos mediante la lectura y la charla para analizar nuevos métodos para desechar piedras. Habíamos dicho que nuestro sembrador había encontrado pequeña piedras que eran capaces de meterse en la raíz y echar todo a perder, por lo que no debemos entonces alejarnos del perfeccionamiento. Nuestra tarea de aquí en más será regar la nueva huerta, dedicarle tiempo y esfuerzo para que no quede ni una sola de las piedrecillas.

Con el tiempo entonces, siempre y cuando hayamos hecho las cosas bien, surgirán los primeros brotes. Estas son nuestras plantitas, el producto de la semilla que sembramos esperanzados y que con paciencia y esmero hemos ayudado a crecer. Ahora bien, implicará esto que la abandonemos. De ninguna manera, es cuando comienza realmente la acción pues mientras estaban las semillas teníamos al espantapájaros que se encargaba de ahuyentar a las aves para que no se las comieran, pero ahora llega el tiempo en que los ataques vendrán por tierra. Veremos como incansables filas de hormigas comienzan a enfilarse hacia nuestra huerta, de manera que tendremos que seguir buscando métodos y autocultivándonos para encontrar los medios para repelerlas.

Hablarle y estar cerca de nuestra planta listos para defenderla, será un buen método para comenzar. Además como habíamos dicho, la planta se alimenta del dióxido de carbono que exhalamos.

Finalmente descubrimos un nuevo repelente y alegres entonamos nuestro canto triunfal. Pero cuando menos lo esperamos un nuevo ataque esta vez de parte de nuestra mascota o quizás de algún otro animal más grande, nos sorprende. De tal forma que todo parece volver al principio hasta que asombrados descubrimos que a pesar de todos los ataques y todas las desventuras nuestra plantita luce su primer brillante y jugoso fruto.

Un periodista le preguntaba a una pareja que vivía en un barrio carenciado de la Ciudad de Buenos Aires:

- ¿Cómo hacen para tener una huerta tan hermosa en un lugar como este, donde la tierra es gris y parece no tener vida?...

ellos le respondieron:

- Dedicamos todos los días un ratito a ella... Después nos dedicamos a disfrutar de lo que nos da.

Este es el mensaje: Una vez alguien me dijo que tener una huerta en el patio de la casa requería mucho trabajo... Cuanto mayor trabajo tiene entonces el que se dedica a cultivar miles de hectáreas todo los días. Hasta nosotros mismos dependemos de su trabajo, pues quien no hay que coma de lo que produce la tierra. Dediquemos entonces ese ratito que la huerta del Padre necesita, para que cuando llegue la hora podamos todos disfrutar de sus frutos. Hagamos que ese trabajo nos sea indispensable para vivir.

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