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lunes, 10 de octubre de 2011

PECADO, CULPA Y PERDÓN

El pecado tiene una importancia fundamental en la Biblia; en efecto, las intervenciones de Dios en la historia tienden a establecer o a restaurar las relaciones de comunión con él, rota o interrumpida por el pecado del hombre. Jesús vino a este mundo para liberar al pueblo del pecado (Mt 1:21). La infidelidad del hombre en sus relaciones con Dios constituye el telón de fondo en el que se inscribe la acción redentora y salvífica de Dios. Por eso el discurso bíblico sobre el pecado y sobre la humanidad pecadora no presenta un interés por sí mismo, sino sólo en relación con la acción de recuperación llevada a cabo por Dios mediante el perdón y la concesión de su favor.

¿QUÉ ES EL PECADO?

Acán se separó de los propósitos de Dios
y por ende de Dios mismo
a) Ruptura con Dios. El pecado consiste en apartarse personalmente de Dios, que se revela a través de una orden y de una sanción divina. En el origen del pecado se encuentra la pérdida de toda confianza en Dios; a continuación se comete una desobediencia con la intención de apoderarse con las propias fuerzas de lo que está reservado exclusivamente al Señor, para hacerse semejante a él. El ser humano rompe las relaciones personales con su más grande bienhechor. Dios se convierte para él en un extraño y en un ser temible:

Gén 3:7-8 “Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; y cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales. Y oyeron al SEÑOR Dios que se paseaba en el huerto al fresco del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia del SEÑOR Dios entre los árboles del huerto.”

Jer 3:13  “Sólo reconoce tu iniquidad, Pues contra el SEÑOR tu Dios te has rebelado, Has repartido tus favores a los extraños bajo todo árbol frondoso, Y no has obedecido Mi voz,' declara el SEÑOR.”

El aspecto subjetivo y personal del pecado se deduce del hecho de que es considerado como un acto voluntario de rebelión contra Dios, como una negativa a escuchar la voz del Señor, como una deliberada desobediencia a las órdenes de Dios, que tiene su causa más profunda en el orgullo humano.

b) Ingratitud. El pecado asume el aspecto de ingratitud para con el don de Dios, que quería crearse un pueblo que diera testimonio de la santidad de su Señor :

Isa 5:4 “¿Qué más se puede hacer por Mi viña, Que Yo no haya hecho en ella? ¿Por qué, cuando esperaba que produjera uvas buenas, Produjo uvas silvestres?"


c) “Hybris”. En algunos pasajes del AT se presenta el pecado como un intento desmesurado por parte del hombre de hacerse igual a Dios. Es el pecado del orgullo más desenfrenado, que no sólo se niega a someterse a Dios, sino que pretende apropiarse de los atributos divinos. Así es como aparece el pecado de los primeros padres, a los que la serpiente sugiere que llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal, desobedeciendo precisamente las órdenes divinas:  

Gén 3:5 "Pues Dios sabe que el día que de él coman, se les abrirán los ojos y ustedes serán como Dios, conociendo el bien y el mal."

Pro 21:4 “Los ojos altivos y el corazón arrogante, Y la lámpara de los impíos son pecado.”

d) Esclavitud.

Rom 7:14 “Porque sabemos que la Ley es espiritual, pero yo soy carnal, vendido a la esclavitud del pecado.”

Rom 7:17 “ Así que ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí.”

Stg 1:14-15 “Sino que cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión. Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz el pecado; y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte.”

“El pecado nos ha separado de la vida de Dios. Nuestras almas están paralizadas. Somos tan incapaces de llevar una vida santa como lo era el paralítico para andar. Muchos se dan cuenta de su desamparo; desean con ansia aquella vida espiritual que los pondrá en armonía con Dios, y se esfuerzan por conseguirla; pero en vano. Desesperados, exclaman: "¡Miserable hombre de mí! ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte?" (Rom. 7:24.) Alcen la mirada estas almas que luchan presa del abatimiento. El Salvador se inclina hacia el alma adquirida por su sangre, diciendo con inefable ternura y compasión: "¿Quieres ser salvo?" El os invita a levantaros llenos de salud y paz. No esperéis hasta sentir que sois sanos. Creed en la palabra del Salvador. Poned vuestra voluntad de parte de Cristo. Quered servirle, y al obrar de acuerdo con su palabra, recibiréis fuerza. Cualquiera que sea la mala práctica, la pasión dominante que haya llegado a esclavizar vuestra alma y vuestro cuerpo, por haber cedido largo tiempo a ella, Cristo puede y anhela libraros. El infundirá vida al alma de los que "estabais muertos en vuestros delitos." (Efesios 2:1.) Librará al cautivo que está sujeto por la debilidad, la desgracia y las cadenas del pecado.” (Cfr. Elena G. de White. El Ministerio de Curación. p. 35-36).

LA CULPA VERDADERA Y LA CULPA FALSA.

1.      ¿Si los seres humanos han pecado y si son responsables de sus pecados, entonces son culpables ante Dios?

Sí. Ya que hemos obrado mal, por nuestra propia culpa, tenemos que cargar por consiguiente con la pena justamente impuesta por nuestro mal obrar. Esta es la argumentación de los primeros capítulos de la carta a los Romanos. Podemos ver claramente según Pablo, dos categorías de culpables:

a)      Los que han conocido el poder y la gloria de Dios por medio de la creación, y su santidad por medio de sus conciencias, pero se han negado a vivir conforme al conocimiento que tenían y se han vuelto de la adoración a la idolatría. De manera que Dios los entregó a la inmoralidad y a otras formas de comportamiento antisocial:

Rom 1:18-21 “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia restringen la verdad. Pero lo que se conoce acerca de Dios es evidente dentro de ellos, pues Dios se lo hizo evidente. Porque desde la creación del mundo, Sus atributos invisibles, Su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que ellos no tienen excusa. Pues aunque conocían a Dios, no lo honraron (no Lo glorificaron) como a Dios ni Le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido.”

b)      El mundo farisaico y santurrón. Conocen la Ley de Dios a través de la Escrituras o en sus corazones, pero, no viven conforme al conocimiento que tienen. Solo se jactan de la instrucción moral que ofrecen a otros:

Rom 2:13  “Porque no son los oidores de la Ley los justos ante Dios, sino los que cumplen la Ley; ésos serán justificados.”

Rom 2:21-24  “tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas (proclamas) que no se debe robar, ¿robas?
Tú que dices que no se debe cometer adulterio, ¿adulteras? Tú que abominas a los ídolos, ¿saqueas templos? (¿cometes sacrilegio?)
Tú que te jactas de la Ley, ¿violando la Ley deshonras a Dios?
Porque tal como está escrito: "EL NOMBRE DE DIOS ES BLASFEMADO ENTRE LOS GENTILES POR CAUSA DE USTEDES."

      2.      ¿es sano o malsano insistir en la gravedad del pecado y en la necesidad de la expiación, tener por responsables de sus acciones a las personas, advertirles del juicio divino, y urgirles a confesar, arrepentirse y volverse a Cristo?

Es sano. Porque así como hay una falsa culpa (sentirnos mal por algún mal que no hemos hecho), también hay una falsa inocencia (sentirnos bien por algún mal que sí hemos hecho).
La verdadera culpa es aquella que:
a)       Nos impulsa a volver al hogar:

Luc 15:17-19 …"Entonces, volviendo en sí, dijo: '¡Cuántos de los trabajadores de mi padre tienen pan de sobra, pero yo aquí perezco de hambre!  'Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y ante ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; hazme como uno de tus trabajadores”.

b)      Es como un peso que grava sobre la conciencia y el corazón que busca ser liberado:

Sal 38:3-4  Nada hay sano en mi carne a causa de Tu indignación; En mis huesos no hay salud a causa de mi pecado. Porque mis iniquidades han sobrepasado mi cabeza; Como pesada carga, pesan mucho para mí.

Sal 51:2  “Lávame por completo de mi maldad, Y límpiame de mi pecado.”

“Existe lo que se llama una conciencia morbosa, súper escrupulosa, y sería perverso procurar crear una conciencia de esta naturaleza deliberadamente. Sin embargo, no todos los sentimientos de culpa son patológicos. Por el contrario quienes se declaran libres de pecado y de culpa sufren de una enfermedad mucho peor. Porque manipular, ahogar, y aun cauterizar (Cfr. 1Tim. 4:2) la conciencia, con el propósito de evitar el dolor de sus acusaciones, nos vuelve insensibles a la necesidad de salvación” (Cfr. John Stott. La Cruz de Cristo. p. 112).

 “En tanto la persona viva bajo la sombra de una culpa real, no reconocida, y no expiada, no puede… aceptarse a sí misma… seguirá odiándose a sí misma y sufriendo las inevitables consecuencias de ese odio a su propia persona. Pero en el momento en que … comienza a aceptar su culpa y su pecaminosidad, se abre la posibilidad de la reforma radical, y con ella… una nueva libertad de auto respeto y paz.” (Cfr. Hobart Mowrer. La crisis en la psiquiatría y en la religión. p. 54).

EL PERDÓN.
El problema del perdón está constituido por el inevitable choque entre la perfección divina y la rebelión humana. Si bien es cierto que Dios es amor (Cfr. 1Jn. 4:8), también tenemos que recordar que su amor es un amor santo, es decir, un amor que busca a los pecadores pero a la vez se niega a pasar por alto su pecado:

 Isa 5:16 “Pero el SEÑOR de los ejércitos será exaltado por Su juicio, Y el Dios santo se mostrará santo por Su justicia.”

 Isa 35:8 “Allí habrá una calzada, un camino, Y será llamado Camino de Santidad. El inmundo no viajará por él, Sino que será para el que ande en ese camino. Los necios no vagarán por él “.

Efe 4:24  “y se vistan del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad”

“En la cruz, en su santo amor, en su santo amor, Dios pagó él mismo por medio de Cristo toda la deuda de nuestra desobediencia. Él soportó en su persona el juicio que merecíamos nosotros con el fin de obtener para nosotros el perdón que no merecíamos. En la cruz se expresaron, y se reconciliaron eternamente, tanto la misericordia como la justicia divinas. El santo amor de Dios fue satisfecho”. (Cfr. John Stott. Op Cit. p.101)

Efe 4:32  “Sean más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros, así como también Dios los perdonó en Cristo”.

Mat 6:14-15 "Porque si ustedes perdonan a los hombres sus transgresiones (faltas, delitos), también su Padre celestial les perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los hombres, tampoco su Padre les perdonará a ustedes sus transgresiones (faltas, delitos).”

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