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sábado, 5 de noviembre de 2011

A TRAVES DEL MURO

A TRAVÉS DEL MURO

¿Es acaso el silencio nuestro mejor compañero? ¿Podemos simplemente acallar todas las voces y permanecer en silencio ante el mundo? En el siglo de las redes muchas veces sucede que simplemente queremos desconectar el equipo, cuando la conversación no es lo que esperábamos o bien esta siendo llevada por un sitio que creíamos inexistente.

Las comunicaciones han hecho de este mundo... de este vasto mundo, un sitio pequeño. Aún recuerdo la primera vez en que caí en la cuenta de que estaba viendo un partido de fútbol que se estaba desarrollando en Italia, mientras que yo estaba en Buenos Aires (Argentina). Sin olvidar claro el histórico momento en que el módulo espacial estadounidense descendía en el inalcanzable planeta rojo y nos deleitaba con las transmisiones en vivo y en directo. Incluso en la vida cotidiana, el conectarnos a distancias enormes se ha hecho común. Tengo una experiencia que contarles para esto: Cierta noche, alrededor de las diez, suena el teléfono en mi casa. Era Andrés, un amigo y hermano en la fe. Nada hay de sorprendente que una persona que se encuentra en Los Ángeles (Estados Unidos) llame a alguien que se encuentra en Lanús (Argentina). Pero si lo miramos con ojos de niños, nos daríamos cuenta que mientras el estaba soportando un sofocante clima con treinta y cinco grados de temperatura y a plena luz del día, yo estaba vestido como para soportar los siete grados que hacía esa noche. ¿Qué fue entonces lo que posibilito esa comunicación?. Dos pequeños aparatos llamados teléfonos, muchos cables y un satélite en los cielos. Y esto claro a grandes rasgos. Esa conversación fue la que me llevó a escribir esta meditación. Resulta que en cierto momento de la charla comenzó a escucharse cierta interferencia, la expresión de Andrés fue: “Algo debe de haberse cruzado en la señal”. Entonces yo me pregunto. ¿Cómo es que la comunicación con Elohim se hace posible? La respuesta bíblica es que Elohim mismo fue el que se acercó a nosotros, las innumerables redes de comunicación, satélites y operadores que permiten la comunicación con un Elohim Santo, Omnisciente y Todopoderoso, fueron tendidas por su propia mano ( Juan 1:1-10). Nosotros, simples y mortales pecadores nada hicimos por esto. Sin embargo existe una realidad. Muchas veces sucede que en el andar de nuestra vida, la comunicación parece verse interrumpida, como si “...algo se hubiera cruzado en la señal...”. El salmista estando en grande angustia escribió: 

“Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día” (Salmos 32:3)

Primer ladrillo para nuestro muro de interferencia “El Silencio”. Recuerdan lo que decaímos unas líneas más arriba: “¿Podemos simplemente acallar todas las voces y permanecer en silencio ante el mundo?”... y ante Elohim. La falta de predisposición a dialogar con Elohim es uno, sino el mayor, de los obstáculos por superar para lograr vivir en comunión con Él. Incluso una escena del génesis afirma esto: 

“Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahvé Elohim que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron de la vista de Yahvé Elohim por entre los árboles del jardín. Yahvé Elohim llamó al hombre y le dijo: ‘¿Dónde estás?’...” (Génesis 3:8-9 BJ).

Adán y Eva habían pecado y su silencio y ocultamiento los estaba alejando del perdón de Elohim, incluso vemos aquí que es el mismo Creador el que inicia la comunicación. Por así decirlo, es Elohim quién marca el teléfono del corazón de ellos, sin embargo “...algo...” se había cruzado en la señal y esta no había llegado al receptor. Los huesos de Adán y Eva se estaban resecando por su silencio, incluso más. El muro del orgullo, el temor y la falta de conocimiento de Elohim estaba alejándolos de las más preciosas bendiciones. Sé podría decir que el neófito Adán, entiéndase la nueva plantita, se estaba negando a recibir los rayos de luz, y por consiguiente no podría realizar la fotosíntesis lo que lo llevaría a no poder alimentarse.


Ahora bien, seguramente alguna vez hablaron por teléfono y tuvieron que soportar durante toda la conversación el odioso sonido de la estática. Esto sucede muy a menudo con los celulares en movimiento. La conversación se entre corta y no llegamos nunca a comprender la totalidad del mensaje que se nos quiere dar. Una anécdota graciosa puede ayudarnos a comprender mejor esto. Resulta que en cierta oportunidad estaba yo a cuarenta kilómetros de mi casa, sitio en donde la señal de mi celular se hace más débil y utilizarlo se vuelve un dolor de cabeza. Había ido a predicar a una iglesia y como mi esposa estaba embarazada, no quería que se preocupara, de tal forma que desde el asiento del ómnibus que me llevaría de regresó a casa la llamé. Mi mensaje en su totalidad era el siguiente “Ya estoy arriba del ómnibus, pero sucede que me tomé el que tiene el recorrido más largo por lo cual voy a tardar un poco más. Un beso.”, el mensaje que escuchó mi esposa en el contestador telefónico fue el siguiente “ruido, ruido, ruido... me tomé el ómnibus... ruido, ruido, ruido... un beso”. ¿Qué sucedió?. Bueno mi esposa se preocupó porque ya habían pasado dos horas y yo no llegaba. Normalmente la distancia el ómnibus la recorre en una hora y media. Claro que mi mensaje había sido claro, pero debido a la interferencia, no fue recibido en su totalidad y esto ocasionó más problemas de lo que yo quería. Esto en cuanto a la interferencia no provocada por nosotros sino por un agente externo. Bien podríamos compararlo con Satanás. Nuestro Señor Yahshua el Mesías dijo una parábola una vez: “Un hombre sembró buena semilla en un campo, pero mientras sus hombres dormían vino el enemigo y sembró cizaña y se fue...” ( Mateo 13:24-25), en la anécdota la cizaña era la interferencia cuyo objetivo no era más que generar una preocupación en mi esposa y así interferir con su crecimiento como plantita de trigo, ya que la preocupación la llevaría a pensar que gracias a que fui a predicar a 40 kilómetros tuve que ausentarme de casa, estando ella embarazada. ¿Se entiende?. Con Adán sucedió algo similar, solo que en su caso la cizaña fue puesta por el mismo. Su falta de confianza en Elohim, su temor y orgullo propio lo alejaron de Elohim y de su mensaje. Tal vez no se entienda bien, pero presten mucha atención a las palabras de Elohim: “¿Dónde estas tú?” ¿Acaso no sabía Elohim donde estaban? ¿Por qué será que Elohim entonces, sí sabía donde estaban, prefirió preguntar?. La respuesta es obvia, Elohim estaba dispuesto a perdonarlos y restaurarlos. De no querer perdonarlos Elohim hubiese ido directamente hasta su posición y los hubiese “castigado” por su desobediencia. La interferencia / cizaña, había bloqueado gran parte del mensaje de Elohim para sus hijos, lo que Adán entendió fue: “Elohim me esta buscando”, que hasta aquí es correcto. “Pero me busca para castigarme”, dijo. Cuando permitimos que los muros se levanten entre Elohim y nosotros, es cuando la bendición de Elohim se pierde. El silencio, el temor y la desconfianza bloquean los canales de Luz de Elohim. La comunicación se hace imposible.
La Biblia es un gran libro, pero debe ser leído de tal forma que nuestro corazón este dispuesto a cambiar ante sus enseñanzas, no pretendo que esto sea sencillo, pero si tenemos la predisposición, pronto el camino se allanará y las montañas de problemas serán movidas por nuestra fe latente. Pensemos que Elohim es un océano y nosotros un pozo pequeño en la playa. No podemos meter el océano en el pozo, pero balde tras balde, podemos echarlo dentro y esperar que la arena lo absorba. El conocimiento entonces se incorpora a nuestra vida, y lo “reseco” se humedece y posibilita el crecimiento de la semilla hasta que esta se convierta en planta. Los frutos no tardarán en llegar.

¿Cuál es entonces la clave para que las bendiciones de Elohim nos alcancen y colmen nuestras vidas? ¿Será que simplemente tendremos que quitar los obstáculos que interrumpen la buena comunicación con Elohim?. Las escrituras dan las respuestas. “¿Cómo purificará el joven su conducta?. Observando tu Palabra” (Salmos 119:9 BJ). De modo que la obediencia y el estudio de la Palabra de Elohim, da como resultado una vida purificada. Una vida plena. El mismo salmista afirma unos versículos más adelante: “Venga a mí tu compasión para que viva, porque tu Ley es mi delicia” (Salmos 119:77 RVR). La obediencia es vida. Si quitamos los obstáculos que interrumpen la comunicación con Elohim y el mensaje nos llega en toda su plenitud, no lograremos nada con solo escuchar, “Así, la fe viene por el oír, y el oír por medio de la Palabra de El Mesías” (Romanos 10:17). Si oímos tenemos fe y si tenemos fe debemos tener obras, pues esta se alimenta, por así decirlo, de las obras (Santiago 2:20).

Cuando aún estamos lejos de Elohim creemos que si nos unimos a su iglesia aquí en la tierra, lo único que encontraremos es ataduras, normas y leyes de conducta a obedecer. Pero no es esto lo que las Escrituras nos enseñan. Fijémonos sino en los siguientes versículos: “Pero el fruto del Espíritu es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio...” (Gálatas 5:22-23). Lo notaron, el último versículo citado dice allí: “...dominio propio...” Suena extraño porque La Biblia tiene incontables versículos en donde se nos dice que debemos someter nuestra voluntad a Elohim. Incluso afirma que somos “siervos” de Elohim. Y un siervo lo único que hace es acatar ordenes de su señor.

Para entenderlo debemos volver al huerto del Edén, allí Adán y Eva disfrutaban de una vida de trabajo apacible donde la tierra daba de manera sobreabundante frutos. Gozaban de una libertad ilimitada. Comparemos. El mundo en que vivimos esta llenó de odio, guerra, hambre, pestes, robos, asesinatos, calumnias, hipocresía... etc. Ningún padre consciente dejaría que su hijo salga a pasear de noche por un callejón, o se iría a dormir sin cerrar la puerta con llave. ¿Se entiende?. A diferencia del mundo Edénico de Adán y Eva, nosotros vivimos en un mundo sometido por el pecado. El autor de este, Satanás, se enseñorea de nuestras vidas y hace de nosotros lo que él quiere (1 Juan 3:8). Cuando la barrera de libertad que Elohim nos dio se ve trasvasada entonces las palabras de Salomón en su libro Eclesiastés se cumplen. El hombre se enseñorea de su hermano y el resultado es el mal (Eclesiastés 8:9). Es entonces cuando comenzamos a caminar en las tinieblas y nuestros pasos se vuelven imprecisos y torpes (1 Juan 2:10,11).

La desobediencia a las enseñanzas de Elohim es nuestro peor error. Al mirar el mensaje desde afuera y no entrar, nuestro corazón se vuelve desconfiado y temeroso. Los rayos de bendiciones de Elohim no alcanzan a nuestra vida y nuestros huesos comienzan a secarse, nuestra vida se convierte en un espiral que nos conduce al abismo. ¿Cuán alto será el muro de división? El pecado es como un obrero constructor, cuanto más tiempo pasemos lejos de Elohim más alto será el muro que nos divida y más difícil se nos hará volver, ante el Sol de Justicia, un hermano, alguna vez me dijo: “Podemos ser barro o manteca”, el barro se convierte en tierra reseca y dura, cuando los rayos de luz se posan sobre él, la manteca se derrite permitiendo que la luz la transforme. ¿Tú que deseas ser?. Pienso que si te has tomado el tiempo suficiente como para leer esto que tienes en tus manos, es razón suficiente como para pensar que anhelas un cambio en tu vida. Y si no es así, pues entonces te invito a que en este preciso instante tomes la decisión de escuchar a Elohim y obedecer a su mensaje. No te estoy vendiendo un pasaje mágico a la felicidad, por el contrario Elohim te ofrece Paz y Seguridad en la Tormenta de este mundo, luz donde hay tinieblas, camino llano y transitable en el peñasco, un oído que te escuchará siempre que lo necesites. Quizás tengamos una vida próspera, pero las tormentas pronto azotarán nuestra barca y entonces no estará El Mesías al timón para extender su mano y calmarlas. La muerte y la enfermedad se convertirán en duros golpes que casi no podremos soportar. Es por esto que Yahshua dijo: “Y conoceréis la verdad y las verdad os hará libres” ( Juan 8:32). Pero ¿Libres de qué? ¿Libres de quién?. Las buenas nuevas de Yahshua el Mesías habían convulsionado a los primeros cristianos,  y comenzó a generarse un movimiento que pretendía abolir las leyes de Elohim diciendo que la fe en el sacrificio expiatorio de Yahshua era suficiente y que ya no se debía guardar la Ley (Exodo 20), solo debíamos amar y amar. Entonces Pablo les dijo: “Luego, ¿anulamos la Ley por la fe? ¡ De ninguna manera! Al contrario, confirmamos la Ley!” (Romanos 3:31). Pues si anulásemos la Ley, entonces seriamos pecadores (1 Juan 3:4), Yahshua no vino a anular la Ley ( Mateo 5:17), sino a exaltarla (Isaías 42:21;  Juan 15:10), su sacrificio deshizo las obras del Diablo (1 Juan 3:8). Abriendo un camino para el hombre. El primer pecado no consistió en comer del fruto, sino en desobedecer a Elohim. Y la desobediencia trajo la consecuencia de la muerte.

“El sacrificio infinito de El Mesías hecho para magnificar y exaltar la ley, testifica de que ni un tilde, ni una jota de esa ley dejará de tener validez sobre el trasgresor.  El Mesías vino a pagar la deuda en que había incurrido el pecador por la transgresión, y a enseñar al hombre mediante su propio ejemplo a guardar la ley de Elohim: El Mesías dijo:  "Yo he guardado los mandamientos de mi Padre"  (Juan 15: 10) ... Es inconcebible que tantos profesos servidores de Elohim puedan descartar su ley enseñar a los pecadores que sus preceptos no tienen validez para ellos. ¡Qué engaño fatal!” (A Fin de Conocerle - E.G. White).

La Verdad Bíblica nos libera del sometimiento del Diablo. El Mesías nos capacita para resistir la tentación y vencerla (1 Juan 3:6).

Las escrituras dan esta esperanza a los que obedecen a Elohim.

“La Ley de Yahweh es perfecta, que convierte el alma;
el testimonio de Yahweh es fiel, que hace sabio al sencillo”
(Salmos 19: 7)

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