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domingo, 8 de enero de 2012

UNIDAD, VERDADERA UNIDAD

UNIDAD, UNIDAD REAL

Eran los últimos momentos de su vida humana, Yahshúa derramó entonces su corazón delante de su Padre como tantas veces lo había hecho. Esta poderosa y bendita oración nos ha llegado hasta nosotros a través del evangelio de Juan. Es interesante que la tónica petitoria del Mesías es: UNIDAD… “Padre, que sean uno”. Veamos:

“Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Abba kadosh, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros… Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos” (Juan 17.11-20)

En una primera instancia su pedido es por sus discípulos directos, por aquellos que lo acompañaron en su ministerio terrenal y humano. Y luego, por todos nosotros, por “aquellos que han de creer”. El visionario ojo divino del Maestro y Mesías señalo en el tiempo a todos y a cada uno de nosotros, que hoy, mediante la fe (entiéndase emunah), nos aferramos de esa bendita esperanza.

Cuando hablamos, lo hacemos pensando en un determinado tipo de razonamiento. Y en ciertas ocasiones, expresamos luego, en forma aclaratoria, lo que hemos dicho. Yahshúa oró por la unidad de su iglesia (entiéndase cuerpo de creyentes), de su pueblo. Pero ¿En que unidad estaba pensando?

“Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos” (Juan 17.9-10)

No es cualquier unidad, es la unidad en donde las pertenencias se confunden y se mezclan en un sentido homogéneo, en donde al verlo desde la distancia, solo vemos una cosa. Una unidad que los primeros creyentes alcanzaron y que el libro de los Hechos lo registra de esta manera:
“Mientras todavía estaban orando, el lugar donde estaban reunidos fue estremecido. Todos ellos fueron llenos del Ruaj HaKodesh, y comunicaban el mensaje de YAHWEH con audacia. Todos los muchos creyentes eran como de un sólo corazón y alma, y nadie reclamaba ninguna de sus posesiones para sí, sino que todos compartían todo lo que tenían. Con gran poder los emisarios continuaban dando testimonio de la resurrección del Adón Yahshúa, y todos ellos eran tratados con gran respeto. Ninguno entre ellos era pobre, ya que aquellos que eran dueños de tierras o casas, las vendían, y daban el dinero 35 a los emisarios para ser distribuido a cada uno de acuerdo con sus necesidades” (Hechos 4.31-35 Traducción Kadosh Israelita Mesiánica)

“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba,  el cual llenó toda la casa donde estaban sentados” (Hechos 2.1-2 Reina Valera 1960)

La manifestación del Ruaj HaKodesh, viene con la unidad de los creyentes
Y sobrevino temor a toda persona;  y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos,  y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes,  y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo,  y partiendo el pan en las casas,  comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios,  y teniendo favor con todo el pueblo.  Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2.43-47 Reina Valera 1960)

No hay mejor descripción… “…era de un corazón y un alma”, como si la dependencia misma de cada uno de los creyentes dependiera de la permanencia de aquel único corazón, de aquella única alma. Unidos con un solo propósito: La alabanza y el compartir la esperanza que había en cada uno, con todos los que pudieran.

¿Cómo se logra esta unidad?

Hay algo que debemos entender primero. La unidad se produce porque hay algo que todos tienen en común. En el caso de cada creyente, es el llamado a la Santidad:

“Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados” (Efesios 4.1 Reina Valera 1960)

“Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Ruaj del Mesías que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos del Mesías, y las glorias que vendrían tras ellos. A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Ruaj HaKodesh enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles. Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Yahshúa el Mesías sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es kadosh, sed también vosotros kadoshim en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed kadoshim, porque yo soy kadosh. Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa del Mesías, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1.10-19)

Pero para que esta Santidad se alcance se debe primero alcanzar y afianzar la unidad genuina y verdadera de la que Yahshúa habla en su oración intercesora de Juan 17. Así mismo, como primer paso, y fundamental, es necesario comprender que no podremos alcanzar la unidad, individualmente, sino desarrollamos en nuestra intimidad lo que el apóstol Juan menciona en su primera carta:

“Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo” (1 Juan 1.1-3 RVR 1960)

¿Lo hemos notado? Juan no esta describiendo algo teórico solamente, sino algo práctico y tangible por los sentidos corporales: “…hemos visto”, “…y palparon”, “lo que hemos visto y oído”. Este tipo de experiencia, este tipo de comunión individual será lo que propicie lo que finalmente menciona el apóstol: “para que también vosotros tengáis comunión…” no con el Padre y el Hijo, pues esta ya es la que debe tener cada uno, sino… “con nosotros”. Así, la comunión individual de cada creyente, con el Padre y el Hijo, posibilitará y generará la comunión entre todos y cada uno de los miembros del cuerpo del Mesías; y todo este cuerpo, con el Padre, Nuestro Elohim.

Una aclaración es necesaria… de ninguna manera estamos hablando de una experiencia mística new age, ni nada similar. Esta experiencia es solo posible a través del estudio diario y de la práctica de la verdad, revelada en Las Escrituras. De ahí, que la carnalidad o la búsqueda de la satisfacción corporal o egoísta, solo conducirá a la disolución de la comunión individual con el Padre y el Hijo, y tras esta de unidad con el cuerpo de creyentes (1 Corintios 3.3-4).

CUALIDADES INDIVIUALES Y FUNDAMENTALES

El apóstol Pablo en su carta a los Efesios escribe:

“Siempre sean humildes y mansos, soportándose los unos a los otros en amor, 3 haciendo todo esfuerzo por preservar la unidad que el Ruaj da por medio del poder sellador del Shalom” (Efesios 4.2-3 Kadosh Israelita Mesiánica)

Humildad, en el hebreo esta palabra tiene por raíz la palabra a’nah, cuyo significado es “afligido”, “humillado”, “oprimido”. Sin embargo la palabra humildad ra´fash רָפַשׂ (humillarse) tiene una directa conexión con la acción de “pisotearse” “someterse”. Por lo que al leer la carta de Pablo podríamos leerla de la siguiente manera:

“Siempre sométanse, sean mansos y pacientes…”

Los proverbios del Salomón, nos dejan una excelente lección para nosotros:

Haz esto ahora, hijo mío, y líbrate, ya que has caído en la mano de tu prójimo; ve, humíllate, y asegúrate de tu amigo” (Proverbios 6.3)

Leámoslo una vez más pero aplicando el concepto:

“Haz esto ahora, hijo mío, y líbrate, ya que has caído en la mano de tu prójimo; ve, ‘pisotéate delante de él’ (humíllate), y asegúrate de tu amigo”

¿No es sencillo verdad? No es sencillo que el egoísta corazón humano se someta a considerar superior a todos los demás y buscar solo un espacio pequeño en los escalafones de la existencia.

Alguien dijo una vez… “Todo cobra mayor importancia cuando descubres que hay algo más importante que tu propia vida”

El sabio salomón, sigue diciendo:

“Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz, y camino de vida las reprensiones que te instruyen” (Proverbios 6.23)

El aceptar instrucción es siempre un acto de humildad, pues el acto mismo nos obliga a reconocer en el otro, a alguien superior que puede enseñarnos. Pero lo cierto es que la vercdadera humildad es de gran valor delante de Elohim (Santiago 4.6) y es uno de los medios para promover la paz y la concordia entre los hermanos (Ro 14:19-21; 1Co 8:9-13; 10:23-33.).

Un pensamiento, como resumen:

“La humildad busca la verdad; el orgullo la confirmación”

Junto con la humildad el apóstol Pablo nos dice que debemos ser “mansos”. Dos nombres vienen a mi cabeza: Yahshua y Moisés. Hombres mansos si los hubo.

En el original de aquella carta y en especial de este versículo (Efesios 4.2-3), se utiliza la palabra griega praotes πραότης cuyo significado literal es: “Tener las emociones bajo control” (o lo que nosotros llamaríamos, Dominio Propio). Dominarse a uno mismo es gozar de verdadera libertad (Juan 8.32), pues es la libertad que primero a pasado por el sometimiento saludable a la voluntad divina. Reflexionemos:  “El buey, es un animal muy manso… Pero también muy fuerte”, hay poder en el dominio propio, solo imaginemos que Satanás viniese a tentarnos y ante sus tentaciones tengamos la suficiente fuerza de vencerla y decir: “No, gracias”. Sin embargo, como ya lo hemos dicho, este demonio propio radica (y valga la redundancia), tiene su raíz, en el previo sometimiento de nuestra voluntad a la voluntad divina.

¿Entendemos ahora qué versículo puede resumir lo que realmente traerá unidad? Vayamos al evangelio de Mateo, y leamos con calma aquellas poderosas palabras del Mesías que tan grande manantial de vida traen:

“Entonces Yahshúa dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Mateo 16.24)

Solo cierre los ojos e imagine una iglesia, un pueblo, una congregación en donde todos los que asisten han dejado morir a su ego y en donde solo importa el prójimo de cada uno de los que asisten…. En realidad no es necesario que lo imagine. Vuelva al libro de Hechos y lea con paciencia y oración los primeros capítulos. Luego dedique tiempo en su vida personal a encontrarse con el Padre y el Hijo, pues será esta vida diaria de oración y acción, lo que producirá en cada uno y en todos, la verdadera unidad.

UN PEQUEÑO REPASO

* UN SOLO CORAZON – Hechos 4.32
* UN SOLO COMPROMISO – FILIPENSES 1.27
* UN SOLO SENTIR – ROMANOS 12.16; FILIPENSES 2.2
* UNA ESPERANZA – EFESIOS 4.4
* UN SOLO AMOR – JUAN 13.34-35
* UN SOLO ADÓN, UN SOLO ELOHIM – 1 CORINTIOS 8.6

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